Un Amor sin Fronteras
Hace un tiempo, la casualidad, la vida, como queramos llamarle nos unió de una forma inesperada: a través de Internet (Si, sabemos que suena loco). Fue en Instagram donde nuestras vidas se cruzaron por primera vez, después de un comentario que ella dejó. Nuestra interacción inicial fue divertida, graciosa y encantadora, y poco a poco, con el paso de los días, comenzamos a sentir una conexión especial. A pesar de la distancia y las complicaciones inherentes a una relación a distancia —ella en Colombia—y yo en México , nuestros corazones encontraron una forma de acercarse.
Los sentimientos empezaron a fluir naturalmente, y decidimos abrir nuestras almas para conocernos tal como somos, sin miedo a ser realmente nosotros. Lo que descubrimos en el otro nos sorprendió, nos dio risa, y porque no, un poco de miedo también jaja, pero sobre todo nos encantó. Fue entonces cuando se tomo una decisión audaz y llena de incertidumbre y amor: viajar a Colombia para conocerla en persona. Pasamos una semana maravillosa juntos, compartiendo momentos entrañables con su familia y, sobre todo, fortaleciendo nuestro amor.
Un jueves inolvidable
Ese día fue lleno de emociones y sorpresas inesperadas, una montaña rusa de sentimientos, desde el amanecer pero sobre todo a la media noche. Mientras estábamos solos con la luces de la ciudad a nuestras espaldas, reuní todo mi valor y le pedí que se casara conmigo. Ella no entendía lo que pasaba, me tomo de la mano y me tuvo unos minutos de rodillas sin decir una palabra, si, tuve que preguntar una segunda vez "¿Te casarías conmigo?", y por fin respondió, "SI". Aquel día estuvo lleno de emociones y felicidad para ambos. Ahora, con gran ilusión, estamos planeando nuestra boda y queremos compartir esta alegría con ustedes.